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Entrevista
Aportes para la reconstrucción y valoración de la tradición editorial y de traducción en Argentina
Dialogamos con Santiago Venturini, doctor en Letras, profesor universitario e investigador del CONICET, sobre cómo lleva a cabo su trabajo de investigación. Las temáticas que aborda son la traducción, la edición y la poesía.
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Santiago Venturini es doctor en Letras y profesor adjunto en las cátedras “Introducción a los Estudios Literarios” y “Teoría Literaria I”, en la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Además, es investigador del CONICET. En esta entrevista, dialogamos sobre uno de sus temas de investigación, la traducción editorial en Argentina, en particular acerca de las traducciones de Charles Baudelaire.
- ¿Cómo te interesaste por esta temática?
- La elección de un tema de investigación se relaciona, en primer lugar, con un interés personal, aunque también es fundamental la orientación dada por docentes o investigadores con más experiencia. Ese fue mi caso. Antes de terminar la licenciatura y pensando en la continuidad de mis estudios, dudaba entre dos temas muy diferentes: uno relacionado con el vínculo entre la teoría literaria y el psicoanálisis, cuestión que había comenzado a indagar en el marco de la carrera de grado, y otro relacionado con la traducción literaria, tema que en ese momento no registraba un gran desarrollo en el país. Analía Gerbaudo, profesora e investigadora que codirigió mi beca doctoral y dirigió mi primer tramo de la carrera de investigador en CONICET, me sugirió elegir el segundo tema. Por lo tanto, la elección no es azarosa, se relaciona con cuestiones como la vigencia del tema a investigar, las zonas de vacancia en relación con la investigación en determinada disciplina y la incidencia de aquellas personas que dirigirán los trayectos de investigación que uno decide emprender.
- ¿En qué consiste tu trabajo de campo?
- Desde hace un par de años, mi tema de investigación se relaciona con las traducciones del poeta y escritor francés Charles Baudelaire publicadas en Argentina durante la llamada época o edad de oro del libro, situada aproximadamente entre 1938 y 1955. Se trata de un periodo de gran efervescencia, fundamental para reconstruir la historia de la traducción y la edición en nuestro país. Es durante este período que Baudelaire se instala como autor extranjero, a través de un número importante de ediciones y traducciones, muchas de ellas publicadas por sellos de alcance más o menos popular como Losada, Schapire, Espasa Calpe, y otras aún más populares como Tor o Calomino. Actualmente, me interesa poder configurar el corpus de traducciones de Baudelaire en Argentina, tarea que exige un trabajo de relevamiento de ediciones en bibliotecas, desde la Biblioteca Nacional Mariano Moreno hasta bibliotecas más pequeñas. Este relevamiento bibliográfico se complementa con la publicación de trabajos que sistematizan y analizan ese corpus.
- ¿Qué es lo que, personalmente, te parece más emocionante de tu trabajo?
- Me apasiona el mundo de los libros y me resulta emocionante la tarea de relevar ediciones con el fin de construir un saber más sólido sobre las prácticas editoriales y las prácticas de traducción en Argentina. No solo para indagar en el caso de un escritor fundamental como Charles Baudelaire, tal vez el poeta francés más importante del siglo XIX, junto a otros como Arthur Rimbaud o Stéphane Mallarmé, sino para reconstruir la tradición editorial y de traducción que tiene nuestro país, destacada en América Latina. Por otro lado, me interesa revisar el proceso que lleva a la instalación de un autor extranjero en otro espacio lingüístico y cultural: qué operaciones se llevan a cabo desde la configuración material de las ediciones y las estrategias de traducción. En el caso de Baudelaire, hay operaciones que lo acercan a los lectores argentinos. Al igual que sucede con otros autores considerados “clásicos", aparece en este caso, la importancia de las colecciones populares que diseñan una biblioteca literaria para los lectores “comunes”. Los libros publicados por estos sellos tienen características particulares: portadas llamativas y paratextos sensacionalistas, como biografías exageradas del poeta, en general con erratas, que intentan atraer la atención del lector. Al mismo tiempo, aunque hay primeras e importantes traducciones argentinas de Baudelaire, la mayor parte de estas ediciones reeditan traducciones españolas publicadas medio siglo antes.
- ¿Qué dificultades encontrás en la investigación?
- Aunque en Argentina contamos con buenas bibliotecas y archivos, una de las principales dificultades es la falta histórica de una política sostenida en relación con la conservación de los libros y los archivos, ya que muchos archivos se conformaron recientemente y el proceso de conformación sigue en marcha. Eso hace que uno tenga que buscar sus materiales donde pueda y como pueda. En el caso de mi investigación, el rastreo de ediciones tiene lugar no solo en las más diversas bibliotecas del país sino también en librerías de usados y sitios de venta de libros, incluso, a veces, de otros países.
- ¿En qué otras temáticas trabajás?
- Otros de mis temas de investigación son la poesía argentina y la traducción de poesía o, en otros términos, la poesía traducida, tema de mi tesis doctoral ‒aclara Santiago‒. En relación con la poesía argentina, actualmente me encuentro trabajando con la obra del poeta José Pedroni, tema que se enmarca en un Proyecto de Unidad Ejecutora (PUE) radicado en el IHUCSO. Mi trabajo consiste en un relevamiento del archivo del escritor, domiciliado en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe. Una derivación de este trabajo será la publicación de una nueva edición de “El pan nuestro”, libro de Pedroni que será publicada en la colección El País del Sauce, dirigida por Ediciones UNL y EDUNER, la editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER).
- ¿Por qué considerás que es importante hacer ciencia en Argentina?
- Más allá del amplio y diversificado alcance del término ciencia, me parece fundamental, en primer lugar, ser capaces de producir un conocimiento que nos permita comprender tanto el presente como el pasado del país que habitamos. La producción de conocimiento siempre es positiva, nunca resta, aunque el contexto actual esté dominado por discursos que ponen en el centro la rentabilidad económica, que atacan otras formas de conocimiento que son valiosas, como las de las ciencias sociales y las humanidades. Actualmente, estamos en un escenario bastante adverso para la universidad pública y el sistema científico y tecnológico nacional. Como nunca antes asistimos a un ataque sistemático de estas instituciones en base a argumentos falaces, que ni siquiera pueden ser considerados argumentos, que responden más bien a prejuicios. Por eso creo que hoy, más que nunca, es necesario defender la producción de conocimiento desde las disciplinas en las que trabajamos. Aunque el discurso de ciertos sectores políticos que promociona, entre otras, la ideología del mercado, nos obligó a volver a discutir cuestiones que ya creíamos aceptadas socialmente hace tiempo, como la importancia de la universidad pública como medio de movilidad social. Me parece que no es tan difícil advertir la trascendencia del hecho de que un país pueda ser soberano en relación con la ciencia, entendiéndola no como se la suele entender comúnmente, esto es, restringida al campo de las ciencias experimentales, sino como un ámbito amplio de saberes de diferente naturaleza.
- ¿Qué importancia consideras que tiene tu área temática de investigación científica dentro del ámbito de la ciencia?
- Históricamente las humanidades ocuparon un lugar menor, y en ocasiones desacreditado, en la jerarquía de las ciencias, no solo en Argentina. Esta cuestión ha sido, y sigue siendo, discutida y estudiada. Por mi parte, creo de manera general, que en tanto dominio configurado en el cruce de una multiplicidad de discursos disciplinares, las humanidades son una herramienta importante, sobre todo en este tiempo de cambios vertiginosos, para la promoción de un pensamiento crítico. Sobre los temas que estudio, los considero importantes no solo en relación con un interés personal, sino en el marco de los espacios en los que me desenvuelvo profesionalmente. Por un lado, el CONICET, cuya función es favorecer el desarrollo de investigaciones sobre muchos temas que, sin el sostenimiento del Estado y de políticas públicas, sería difícil llevar a cabo. Que puedan investigarse estos temas, aunque en un porcentaje menor comparado con el financiamiento de investigaciones pertenecientes a las llamadas “ciencias duras”, significa favorecer la producción de un conocimiento que no responde a esa noción de utilidad directa, inmediata, mecánica y ligada a la lógica mercantil que impera actualmente, pero que no por ese motivo dejan de ser útiles. Lo son, pero en otro sentido y en otros tiempos. Por el otro lado, la universidad pública, y específicamente la carrera de Letras en la que trabajo como profesor, donde se forman docentes que trabajarán, a su vez, en diferentes niveles educativos, en especial la escuela secundaria, y también, aunque en menor medida, investigadores. En este sentido, es importante la circulación del saber que permite construir la investigación, no solo en forma de artículos académicos o libros, que son, en gran parte, materiales de acceso abierto sino también en el espacio de la clase: todos los temas que investigo encuentran un ámbito de transferencia en las aulas en las que doy clases, y contribuyen, de ese modo, a la formación de mis estudiantes.
Por Agustina Labath